31 marzo, 2011


Me gusta que la vida me de la oportunidad de comenzar de nuevo ciertas cosas -dije en Twitter- sobre todo cuando ya me he equivocado tantas veces.
Y es que estas últimas semanas han sido de gratísimas sorpresas, de sentir otra vez que las cosas se mueven -no sé muy bien para dónde- sobre todo, de que hay ciertos procesos que no pueden violentarse (o, más bien, si pueden, pero sería peligroso).

En muchos aspectos -sobre todo cuando se trata de plasmar en letras virtuales como en blogs, Twitter o Facebook- uno escoge lo que da a los otros, la imagen que quiere ofrecérles, es decir, sus fragmentos. Y aún cuando ya tiene esos fragmentos escoge -hasta cierto punto- como editarlos, como si fuera una película.

La noche pasada hablaba con mi roomie acerca del lenguaje y la creación, de como el ser humano no sólo ha aprendido a crear mundos con las palabras, sino de habitarlos. Y de cómo la ficción cambia la realidad. Eso no deja de soprenderme.

Estoy más sensible a estos temas porque voy a participar en un intercambio de libros entre tuiteros este sábado, se llama el #ViveLibro2011. Es interesante porque muchos de nosotros no nos "conocemos". De hecho yo le voy a dar un libro a alguien que es completamente ajeno a mí. He visto ya su Twitter, he visto su blog y algunas de sus actualizaciones en Facebook. También algunos artículos que ha escrito y que vagan en la red. ¿Qué tanto me ha servido esa información para saber qué libro podré darle? no lo sé a ciencia cierta. Lo que sí sé es que puedo adivinar algunas cosas gracias a lo qué el ha decidio compartir en esta dinámica de lo que deja para ser visto.

Qué difícil juego, en el que uno puede perderse. Me pregunto cuántas actualizaciones -en cualquier red social- no se hacen por pura vanidad. Cuántas se hacen para compartir. Cuántas para tener la "certeza" de que te ven y que por eso existes.

Me gusta preguntarme estas cosas porque también estoy en constante cuestionamiento conmigo misma. Me da mucha curiosidad intentar entenderme y entender al otro. También estoy consciente de que una respuesta, producto de un arduo proceso intelectual no es una certeza: como sujetos somos susceptibles -y a veces víctimas- de nuestra propia mente.

***
En otras noticias: el fin de semana vi Dogville de Von Trier, y me fascinó. Hoy vi Anticristo (del mismo director) y puedo decir que la primera secuencia es una joya y que los planos en toda la película son bellísimos, a veces, perturbadoramente bellos. Que me gusta estar ante filmes cuya propuesta exige un cuestionamiento por parte del espectador y, sobre todo, me gusta que haya una pregunta latente -con una postura latente- sobre la naturaleza humana.

Y por último, estoy a punto de terminar El asno de oro, de Apuleyo. Puedo decir al respecto una cosa: los pinches romanos (y a la vez, por supuesto, los griegos) eran unos in-ten-sos.

Y creo que ya, fin.



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