
Regreso de ver Black Swan. En Facebook sólo atiné a decir que me había quedado sin palabras. Después se armó un diálogo en el que se discutía la actuación de Portman, las inconsistencias y la comparación con películas anteriores del director (Réquiem, The Wrestler, Pi) y el por qué había "decrecido" su calidad respecto a sus anteriores obras. En varias cosas no estoy de acuerdo, aunque estas opiniones me hicieron pensar en puntos en los que no había reparado.
En realidad creo que la actuación de Portman es más que buena, que la psicología de los personajes está muy bien creada, que la cámara narra el desconcierto del personaje y la angustia y acompaña los movimientos del ballet para "hacernos" partícipes del escenario... en fin, como lectora-espectadora cómplice que soy, me consterné ante el creciente desequilibrio de Nina y si bien al principio generé antipatía con ella, celebré expectante su transformación. No me importa si el argumento en contra es que la historia es "predecible". En realidad no hay nada nuevo bajo el sol y lo que se disfruta es el cómo (como tantas veces lo repitieron los maestros en clases de literatura) y sobre todo, el momento de la experiencia, esa experiencia CON la obra artística que tiene que ver también con tu ideología, tus emociones, tus gustos, tu bagaje, tu intensidad y el instante en el que te encuentras de frente con el arte y lo vives.
Cuando salí del cine la palabra que se repetía en mi cabeza era INTENSIDAD. Lejos del discurso en el que "los poetas" son casi paridos por los dioses porque "acceden" a "lo sublime"; lejos de las poses y los reflectores, lejos de ese mood de wanna be bohemio-artista-intelectual... está el arte, y los artistas, y esa intensidad que consume y agita y agota.
A Ro le parece que el momento de la creación de una obra es uno de los momentos más plenos que tiene el ser humano. Y concuerdo. Y dice Deb en este post que la creación exige morir. Y también concuerdo. En distintos niveles, como lo apunta Deb.
No he dejado de pensar que el artista debe transformarse, a veces en un monstruo. Y me resulta muy simbólico que la bailarina tan delicada que puede hacer movimientos tan estéticos parada en la punta de los pies, tenga que sacrificar sus dedos, la estética de sus dedos, la fisionomía natural de sus dedos. Convertirlos en algo horrible para que sean un puente para crear belleza.
Pienso entonces que la belleza exige que una parte del artista se deforme, que rebase sus propios límites, que se de y se entregue en un remolino donde pueda perder la lucidez...(creo también que alguien completamente lúcido sería aberrante...pero esa es otra historia).
... recuerdo mi rostro pegado a un poste, recuerdo la palabra intensidad, recuerdo que no pude dejarme caer. Y entonces recuerdo que vi a mi acompañante y musité que no se puede vivir así de intenso todo. Que está el arte, y la vida. Que no son binomios incompatibles, pero para muchos tampoco inseparables. Que uno elige su manera de vivir con el arte, para el arte, o el arte. Que de alguna manera uno siempre está sacrificando algo cuando hace una elección.
Pienso en el momento único, irrepetible, en el que apareció en ella el Cisne negro. Pienso en el arrebato, en ese dejarse ir y caer sin ninguna seguridad. Pienso en el peligro y la excitación.
Pienso en que hay momentos en los que el ser humano se encuentra al borde de consumirse. Creo que no resulta extraordinario lo que le aguarde después; que la vida seguirá siempre cambiando independientemente del lado de la línea en la que haya decidido quedarse. Lo que importa es que se haya visto con ese plumaje porque, después de eso, la vida no vuelve a ser la misma.
En realidad creo que la actuación de Portman es más que buena, que la psicología de los personajes está muy bien creada, que la cámara narra el desconcierto del personaje y la angustia y acompaña los movimientos del ballet para "hacernos" partícipes del escenario... en fin, como lectora-espectadora cómplice que soy, me consterné ante el creciente desequilibrio de Nina y si bien al principio generé antipatía con ella, celebré expectante su transformación. No me importa si el argumento en contra es que la historia es "predecible". En realidad no hay nada nuevo bajo el sol y lo que se disfruta es el cómo (como tantas veces lo repitieron los maestros en clases de literatura) y sobre todo, el momento de la experiencia, esa experiencia CON la obra artística que tiene que ver también con tu ideología, tus emociones, tus gustos, tu bagaje, tu intensidad y el instante en el que te encuentras de frente con el arte y lo vives.
Cuando salí del cine la palabra que se repetía en mi cabeza era INTENSIDAD. Lejos del discurso en el que "los poetas" son casi paridos por los dioses porque "acceden" a "lo sublime"; lejos de las poses y los reflectores, lejos de ese mood de wanna be bohemio-artista-intelectual... está el arte, y los artistas, y esa intensidad que consume y agita y agota.
A Ro le parece que el momento de la creación de una obra es uno de los momentos más plenos que tiene el ser humano. Y concuerdo. Y dice Deb en este post que la creación exige morir. Y también concuerdo. En distintos niveles, como lo apunta Deb.
No he dejado de pensar que el artista debe transformarse, a veces en un monstruo. Y me resulta muy simbólico que la bailarina tan delicada que puede hacer movimientos tan estéticos parada en la punta de los pies, tenga que sacrificar sus dedos, la estética de sus dedos, la fisionomía natural de sus dedos. Convertirlos en algo horrible para que sean un puente para crear belleza.
Pienso entonces que la belleza exige que una parte del artista se deforme, que rebase sus propios límites, que se de y se entregue en un remolino donde pueda perder la lucidez...(creo también que alguien completamente lúcido sería aberrante...pero esa es otra historia).
... recuerdo mi rostro pegado a un poste, recuerdo la palabra intensidad, recuerdo que no pude dejarme caer. Y entonces recuerdo que vi a mi acompañante y musité que no se puede vivir así de intenso todo. Que está el arte, y la vida. Que no son binomios incompatibles, pero para muchos tampoco inseparables. Que uno elige su manera de vivir con el arte, para el arte, o el arte. Que de alguna manera uno siempre está sacrificando algo cuando hace una elección.
Pienso en el momento único, irrepetible, en el que apareció en ella el Cisne negro. Pienso en el arrebato, en ese dejarse ir y caer sin ninguna seguridad. Pienso en el peligro y la excitación.
Pienso en que hay momentos en los que el ser humano se encuentra al borde de consumirse. Creo que no resulta extraordinario lo que le aguarde después; que la vida seguirá siempre cambiando independientemente del lado de la línea en la que haya decidido quedarse. Lo que importa es que se haya visto con ese plumaje porque, después de eso, la vida no vuelve a ser la misma.
4 andantes dijeron:
Aplausos.
Muchas cosas pensé y sentí después de ver la película. Una de las que me sorprendió fue el pensar que había matado a Lily y estar pendiente únicamente en que esa noche esa función era su momento, totalmente un sentimiento empático, sacrificar su vida y tal vez la de otra persona por ese único momento. La otra con unos minutos ya de reflexión va mucho en la línea de lo que pones en tu texto. La función del artista, su trabajo, porque su trabajo es eso sentir, transmitir, jugar con los esquemas. Hace mucho leí que la función del artista es recordarle a las personas lo que tienen de ser humano.
Fue una experiencia, aun días después de haberla visto me sigue provocando sensaciones, tesis, reflexiones, creo que eso es arte.
Ele
Anónimo (1): ...
Anónimo (2): Sí, es fuerte pensar que se sacrifica la vida (la agena y la propia) por un momento estético. Si lo que dices es cierto, si de verdad la función del artísta es recordarle a las personas lo que tienen de ser humano, no es descabellado que en la creación haya locura, desenfreno, maldad. Todo ello también forma parte de lo que el ser humano "es".
Un abrazo, gracias por tus letras =)
Lo que importa es que se haya visto con ese plumaje porque, después de eso, la vida no vuelve a ser la misma.
totalmente de acuerdo
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