06 enero, 2011

I. La violencia. Violencia apacible que sucede sin que los otros la vean. Violencia con cortinas cerradas, violencia que se oye detrás de las puertas. Violencia con testigos mudos, violencia de un colectivo enfermo. Violencia entre la disciplina que pervierte. Violencia que saca los instintos más atroces, violencia para dejar de ser -o ser un poco más, ¿quién sabe?- seres humanos.

II. Durante las vacaciones de invierno pasé una temporada en Hidalgo. Entre las pláticas de sobre mesa, cuando oscurecía y el frío arreciaba y se podía oler el hervor del café, un tío nos hablaba sobre lo difícil que se había puesto cruzar la frontera. Nos contó de charlatanes que eran dueños de hoteles, que engañaban a migrantes y les pedían mochila y credenciales. "Al final todo eso lo quemaban. Si no tienes credencial en la frontera ¿cómo van a identificarte? eres un fantasma". Nos contó sobre ilegales que se dedican al narcotráfico. También sobre sudamericanas que pasaban la primera frontera (México-Guatemala) y cómo los federales mexicanos las detenían, las violaban y las dejaban ir hasta que se cansaban de ellas. Mi expresión debió haber sido de un asombro insospechado. En algún punto mi padre me dijo: "Tú por que no quieres ver las noticias, pero hace poco un niño de 14 años fue procesado porque participaba en asesinatos y los tenía grabados en su celular". Entonces alguien dijo que eso era resultado de crecer en un ambiente de violencia.Yo me quedé viendo a mis primos, abracé al pequeño -tendrá unos siete años- y me dije que era muy injusto dañar el alma, la psique, la conciencia de un niño de esa manera.


III. Hoy fui a ver con Lirva una película de Haneke, El listón blanco. Salí un tanto consternada pero sobre todo pensando en niños. Me vino a la mente la historia de una niña canadiense de doce años que mató a dos infantes de dos y cuatro. La psicóloga había dicho que su conducta era producto del abuso que había sufrido en casa -la madre la obligaba formar parte de sus prácticas sadomasoquistas- y que ella reproducía el ambiente donde era lastimada, sólo que en situaciones donde ella era la parte fuerte, no la débil.

Me puse a pensar que, en realidad, cuando nace un ser humano, nace un ser en blanco. Los padres, la familia, van rodeándolo de lo que percibirá como mundo: le enseñan el lenguaje, las maneras de relacionarse con otros, la forma de sentir. El niño irá ciegamente agarrado de la mano de aquellos que están a su alrededor porque, por mucho tiempo, ellos serán sus ojos. El niño descubre el mundo, y si en ese descubrimiento lo que encuentra es rechazo, celos, maltrato, violencia, abuso, eso será lo que reproducirá porque eso es lo que conoce. ¿Es justo que un niño en este lado del mundo tenga una noche de reyes, se levante en la mañana a ver sus juguetes y se asombre y otro, en Afganistán, tenga que aprender a luchar en la guerrilla?


IV. Considero que El listón blanco es una muy buena película. A pesar de que la cámara se encuentra en varias tomas mucho tiempo fija, y el ritmo que podría resultar para algunos lento, los puntos dramáticos y de tensión son variados y mantienen al espectador atento. Los diálogos tienen una determinación, a veces, devastadora. Muchos de los personajes están trastornados y lo demuestran con detalles sutiles pero no por ello carentes de fuerza (el niño que pregunta sobre la muerte y después deja caer un tazón de comida al suelo)

La película se estrenó en México en diciembre, todavía está en la Cineteca y sí, recomiéndoles que vayan.






Ps. No puedo dejar de pensar en la gran responsabilidad que es tener un hijo, o en lo hermoso que debería ser el recuerdo de la infancia. Tal vez peque de ingenuidad, de lugares comunes, yo que sé. Lo cierto es que amé crecer con primos entre arroyos, complicidades y juegos. Que amé asomarme al árbol de navidad, correr desde las escaleras para ver los juguetes. Amé creer. Amé tener una familia unida. Amé ser cuidada para que muchas cosas no dolieran. Amé los rasgos tiernos de mi padre cuando nos decía que cerráramos los ojos y contáramos hasta diez para ver cómo llegábamos a la casa del abuelo. Y agradecí no tener conciencia cabal de la muerte hasta mucho tiempo después...

2 andantes dijeron:

Débora Hadaza dijo...

esto es hermoso, y la realidad es una maldita desgraciada.

Sybila dijo...

Deb: depende còmo nos va en la feria. Pero sì, la realidad a veces es terrible...

De la tierra que vuelve

De la tierra que vuelve
Cedros de Líbano
 

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