15 julio, 2011



Pienso en la muerte. Pienso que la vida tiene que ver inexorablemente con la muerte. Pienso en que aquello ya me lo habían dicho o lo había leído en algún sitio. Ricardo me dijo un día, cuando regresábamos del curso de guión, que le gustaba matar a sus personajes. Yo me le quedé viendo, hacia arriba, porque es un chico alto y me cedía el lugar para ir sentada en el metrobús, y  él me devolvió la mirada, me dijo: "sí, me gusta matar a alguno de mis personajes porque así los que quedan piensan más en su vida". 

Por aquellos días yo había llegado a la conclusión de que sí, nadie puede vivir conscientemente si no había pensado antes en la muerte. En su propia muerte. En morir. Y había escrito en algún lugar que, sin tragedias ni cursilerías, uno podía decidir morir. Pero si, pese a todo, decidía lo contrario, esa decisión sería mucho más consciente y valoraría mucho más la vida. Porque -pensé- la vida es un regalo -no sé de quién o para qué-  y uno podía decidir no quererlo. O quererlo más. 

Después me di cuenta de que pecaba de soberbia. Sí, está bien, ahora decido vivir pero... ¿y si la muerte llega intempestiva? ¿si un día que pensaba en ir al colegio me atropella un camión? ¿si ocurre un accidente? ¿si alguien lo propicia? Entonces no estoy preparada para morir. Pero entonces, querría decir que disfrutaría cada momento porque sabría que podría ser el último. Porque me sabría en un mundo en donde, a pesar de mis interconexiones con los otros, hay miles de cosas que escapan de mis deseos, voluntad y capacidad de acción.

Sé que suena, otra vez, a lugar común. "Disfruta cada momento porque no sabes si será el último" pero, pero, es verdad. Y a lo mejor no se trata de disfrutar cada momento sino de VIVIRLO (porque, a ciencia cierta, no se "disfrutan" todos los momentos, porque no todo en la vida es "disfrutable"). Vivir cuando alguien te acaricia desde el otro lado de la cama, vivir una noche fría calificando exámenes, vivir una tarde de películas con tu roomie, vivir despertar una mañana en casa de una amiga y escuchar una sonata de Beethoven desde el departamento del joven pianista del segundo piso, vivir el abrazo de tu hermano, vivir las historias que cuentan tus tías mientras preparan café, vivir el abrazo de tu primo pequeño, la salida de tu prima, la conversación que tienes con un hombre que un día te transcribió un cuento breve de Asimov por celular sólo porque no tenías luz y querías que alguien te diera una historia para irte a dormir tranquila...

Pienso en la muerte. En que los pedazos de carne con los que nos alimentamos a la hora del desayuno o la comida fueron parte de seres que estaban también vivos. En que las plantas también estuvieron vivas antes de formar parte de nuestras ensaladas. En que no hay escapatoria: todo tiene que morir. Pienso en nuestros cuerpos que se descompondrán en ataúdes y a pesar de la madera serán alimento de no se qué clase de gusanos. 

Todo tiene que ver con iniciar y acabar cosas, ciclos, vidas. Todo tiene que ver con ser y dejar de ser, convertirse o transformarse. Todo tiene que ver con movimiento. Y, como los románticos, pienso en analogías de la naturaleza: el mar, las olas, los ríos, el día y la noche, las estaciones del año...

¿Qué es lo que el universo te quiere decir?

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Alguna vez, en algún seminario sobre oralidad, Pedrosa hablaba sobre los héroes y sus características. Decía que un héroe era un intérprete. Un heroe clásico, moderno o posmoderno: tenía conocimiento y con ello la labor de interpretar. Puso muchos ejemplos, pero ahora recuerdo lo que yo pensé mientras decía esas cosas: "¡Claro, por ejemplo, Dr. House es un héroe posmoderno y por supuesto que es un intérprete: el cuerpo da los síntomas y él saca un diagnóstico...es acertado y salva la vida de su paciente (que, dicho sea de paso, es la misión "heróica" del doctor). CSI, The mentalist. Intérpretes. 


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He hablado también, muchas veces, de la "Épica personal". La narración que hacemos de nosotros mismos, de los obstáculos terribles,  los villanos malvados que, por ser los más malos malísimos, nos dejan a nosotros como los más buenos buenísimos puesto que, por supuesto y desde nuestro punto de vista, los hemos vencido. Porque aunque hayamos perdido, ganamos. Porque el punto de vista de nuestra historia nos va a "ensalzar"...porque uno es narrador y no hay objetividad. (Y que no la haya nunca...)

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Describimos. Interpretamos. Nos dolemos. 

[Y somos héroes de nuestra historia e intérpretes del mundo y los personajes con los que vivimos o a los que amamos]

Y la saga llega, llegó, llegará a un fin.

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Hoy G. Me dijo que el hecho de que mi abuela no estuviera físicamente aquí no significaba que dajara de existir. Yo pensé en aquello de que "se lleva en el corazón, en el recuerdo, en tus actos" y demás sentencias que ya había escuchado por allí. Pero no pensé en lo más natural: la matería, la energía, no se crea ni se destruye...

En ese sentido ella "no se acaba" dejo de ser para ser otra cosa. No sé que cosa. Pero ahora, también es.

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Dejo este video que vi hoy. Es parte de el último capítulo de "Dinosaurios" una serie que yo y mi hermano veíamos de niños. No recordaba el final. Ahora me parece conmovedor y con un cuestionamiento intrínseco sobre la muerte... a ver qué les parece. 


Podría seguir escribiendo porque hoy tomé mucho café.


Pero mejor ya no los torturo...







3 andantes dijeron:

dèbora hadaza dijo...

la muerte es un gran tema... así que pensaré en tu post, y regresaré a decirte algo, porque tengo muchas ideas y emociones en la cabeza que necesito ordenar.

Sybila dijo...

Vale Deb, aquí se esperan tus letras para dialogar. Un abrazote, donde estés. =)

dèbora hadaza dijo...

tengo que seguir pensando, pero es algo que me gustaría hablar en vivo, te quiero, cuando pasarás por acá?

De la tierra que vuelve

De la tierra que vuelve
Cedros de Líbano
 

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