06 julio, 2010
Cuando era pequeña y no quería acabarme la comida, mi madre tomaba mi mano y la ponía cerca de su oído. Yo hacía una mueca expectante y ella cambiaba la expresión de su rostro. Después, yo le preguntaba: ¿Qué dijo? y ella me decía alguna verdad de esas que las madres logran saber por intuición o magia acerca de sus hijos. Yo me asombraba sobremanera y me preguntaba cómo era posible que mi mano pudiera decirle todas esas cosas que yo pensaba o que yo sentía. Entonces yo veía las líneas de mi palma y después tomaba el tenedor. Y me acababa la carne...
De estas cuerdas:
algo aquí en el pecho,
nostalgia y madrugada,
voz y silencio
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
De la tierra que vuelve

Cedros de Líbano
0 andantes dijeron:
Publicar un comentario