No sé por qué demonios. Estoy que me lleva el sueño de trabajo y, aun así, me siento muy bien. Será que he llegado al tope de mi neurosis y después de soñar que tenía un novio negro y gordo (o era ¿Precious?) a quien unos reggetoneros en un carro negro perseguían y mataban junto conmigo que en el sueño era rubia y delgada (ajá)...
En fin, como les iba diciendo, he estado bien cansada, durmiendo, técnicamente, un día sí y un día no.
o_o
Pero de eso no iba el post.
El domingo cené con mi roomie y uno de sus amigos. Al borde del cansancio, mientras palticábamos, le dije: "Es que a veces quisiera sólo cerrar ciclos. Borrar todo. Empezar de cero y en blanco". Y ella bajo los ojos -como sé que ahora lo hace- recordó algo y asintió, diciéndome: "Pero Sam, eso no se puede. Somos pasado, y tenemos que vivir con eso."
Foquitos rojos.
(tengo una ligera obsesión con la memoria y el pasado, ¿se han dado cuenta?)
Y entonces la conversación nos llevó por varios lados y me preguntó sobre un hombre que, le había dicho no sé porque circunstancia, era feo como la requeterecontrachingada. Pero era sumamente seductor. Lo primero que me dijo al conocerlo-le platiqué a la roomie- fue "Tu nombre es árabe, ¿no?" y yo dije, oh, por dios. Después vino la música, la plática sobre autores chilenos y finalmente la vida que siempre gana.
Y entonces le conté esa historia y me di cuenta de que era buena. Y entonces pensé ¿por qué también la había olvidado?
Carlitos me dijo hoy algo así como: "cuando desechamos recuerdos no discriminamos. Se va lo bueno y lo malo". En realidad no sé exactamente si eso es lo que dijo pero eso es lo que recuerdo. Perdóname, Carlitos, si no fue así como pasó.
¡Ah! no sé porque vengo a escribir estas cosas. Si usted sufre de diabetes no siga leyendo.
Hace mucho tiempo, cuando iba en la universidad...cantaba. En los pasillos de la facultad, o dentro de las aulas. Sucedía a veces que un (en ese entonces) compañero entonaba una canción desde afuera del salón y yo, que regularmente salía tarde por guardar muchas cosas, completaba la letra desde dentro.
En ese entonces, también, pasaba noches sorbiendo leche con chocolate, abriendo el msn para platicar con amigos que no estaban en esta ciudad y, sobre todo, escuchando música. Me gustaba mucho el El fantasma de la ópera.
(Lector, yo se lo advertí).
De entre todas las canciones de la obra, "Music of the night" es la que más me gusta. Proyección aparte: la imagen del ser artístico incomprendido, del monstruo, de la oscuridad, el instinto, el inconsciente y, sobre todo, el arte. El amor que reinventa y vuelve al monstruo humano, el arte como lo bello que ennoblece. La música que calma a las fieras. La ternura del fantasma, a pesar del fantasma. En fin: el amor (como absoluto) que transforma. (Se oyen violines y se avientan rosas. Lara la lá).
Chingao, yo me hubiera enamorado del fantasma. Pero ¿me hubiera quedad con él?
Supongo que llega un momento en la vida en el que uno no quiere tempestades. No todo tiene que ser cósmico y maravilloso, no todo tiene que ser "intenso".
(el precio de la intesidad es la fugacidad, alguien dijo)
Y entonces ves el camino iluminado y dices: existe también ese amor de resguardo, de paz. Ese amor que no es nocturno. Que tal vez, no es que no sea "intenso", es más bien que no te exige morir. Salirte de tí mismo. Dar el reino por un momento.
Pero, a fin de cuentas, yo que sé.
***
Ahora pienso que a pesar de vivir con un Raoul -del que, ciertamente, Christine tiene que estar agradecida- siempre habrá un espacio para el fantasma, porque ese amor siempre será el más bello.
El más imposible, porque para existir tiene que dejar de ser: la pasión se aviva con el deseo y la ausencia, se alimenta con la imagen y el fuego. El amor del fantasma es irrealizable y por ello poético. El terreno de lo evocable pero intangible.
El más bello,
Y, por eso mismo,
el más terrible.
En fin, como les iba diciendo, he estado bien cansada, durmiendo, técnicamente, un día sí y un día no.
o_o
Pero de eso no iba el post.
El domingo cené con mi roomie y uno de sus amigos. Al borde del cansancio, mientras palticábamos, le dije: "Es que a veces quisiera sólo cerrar ciclos. Borrar todo. Empezar de cero y en blanco". Y ella bajo los ojos -como sé que ahora lo hace- recordó algo y asintió, diciéndome: "Pero Sam, eso no se puede. Somos pasado, y tenemos que vivir con eso."
Foquitos rojos.
(tengo una ligera obsesión con la memoria y el pasado, ¿se han dado cuenta?)
Y entonces la conversación nos llevó por varios lados y me preguntó sobre un hombre que, le había dicho no sé porque circunstancia, era feo como la requeterecontrachingada. Pero era sumamente seductor. Lo primero que me dijo al conocerlo-le platiqué a la roomie- fue "Tu nombre es árabe, ¿no?" y yo dije, oh, por dios. Después vino la música, la plática sobre autores chilenos y finalmente la vida que siempre gana.
Y entonces le conté esa historia y me di cuenta de que era buena. Y entonces pensé ¿por qué también la había olvidado?
Carlitos me dijo hoy algo así como: "cuando desechamos recuerdos no discriminamos. Se va lo bueno y lo malo". En realidad no sé exactamente si eso es lo que dijo pero eso es lo que recuerdo. Perdóname, Carlitos, si no fue así como pasó.
¡Ah! no sé porque vengo a escribir estas cosas. Si usted sufre de diabetes no siga leyendo.
Hace mucho tiempo, cuando iba en la universidad...cantaba. En los pasillos de la facultad, o dentro de las aulas. Sucedía a veces que un (en ese entonces) compañero entonaba una canción desde afuera del salón y yo, que regularmente salía tarde por guardar muchas cosas, completaba la letra desde dentro.
En ese entonces, también, pasaba noches sorbiendo leche con chocolate, abriendo el msn para platicar con amigos que no estaban en esta ciudad y, sobre todo, escuchando música. Me gustaba mucho el El fantasma de la ópera.
(Lector, yo se lo advertí).
De entre todas las canciones de la obra, "Music of the night" es la que más me gusta. Proyección aparte: la imagen del ser artístico incomprendido, del monstruo, de la oscuridad, el instinto, el inconsciente y, sobre todo, el arte. El amor que reinventa y vuelve al monstruo humano, el arte como lo bello que ennoblece. La música que calma a las fieras. La ternura del fantasma, a pesar del fantasma. En fin: el amor (como absoluto) que transforma. (Se oyen violines y se avientan rosas. Lara la lá).
Chingao, yo me hubiera enamorado del fantasma. Pero ¿me hubiera quedad con él?
Supongo que llega un momento en la vida en el que uno no quiere tempestades. No todo tiene que ser cósmico y maravilloso, no todo tiene que ser "intenso".
(el precio de la intesidad es la fugacidad, alguien dijo)
Y entonces ves el camino iluminado y dices: existe también ese amor de resguardo, de paz. Ese amor que no es nocturno. Que tal vez, no es que no sea "intenso", es más bien que no te exige morir. Salirte de tí mismo. Dar el reino por un momento.
Pero, a fin de cuentas, yo que sé.
***
Ahora pienso que a pesar de vivir con un Raoul -del que, ciertamente, Christine tiene que estar agradecida- siempre habrá un espacio para el fantasma, porque ese amor siempre será el más bello.
El más imposible, porque para existir tiene que dejar de ser: la pasión se aviva con el deseo y la ausencia, se alimenta con la imagen y el fuego. El amor del fantasma es irrealizable y por ello poético. El terreno de lo evocable pero intangible.
El más bello,
Y, por eso mismo,
el más terrible.
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