Desde febrero soy lectora voluntaria en una escuela. Todos los miércoles, a excepción de aquel que los alumnos tuvieron prueba ENLACE y el otro en el que me fui a ver a Sabina, todos los miércoles, pues, he llegado cuatro y media o cinco de la tarde y he leído al menos cuarenta minutos de un cuento, (también novelas pequeñas para su edad) haciendo también una dinámica con mis todavía alumnos de cuarto grado de primaria.
Los niños son un gran público, pero también uno difícil. Si no están entretenidos, si no les llega la magia, no tienen mayor reparo en empezar el chiste, en salir al baño, en empezarse a mover en la silla y saltar de aquí para allá.
El primer día llegué –como sabemos- con el cabello alborotado y un libro editado por Vasconcelos. Sí, las Lecturas Clásicas para niños. Contra toda metodología, contra el “sentido común” que decía que Oscar Wilde era pesado para niños que están acostumbrados a los video juegos, a ver tanta violencia en los noticieros, al internet… contra todo pronóstico, quise leerles un cuento de Wilde y la elección fue "El príncipe feliz". Algo largo, la traducción de Vasconcelos bella pero un tanto pesada por el estilo. Pero aguantaron, y cuando hacía la voz de la golondrina, algunos niños empezaron a decir “aaah”.
Empecé a la lectura con la siguiente frase: “Alguna vez oí decir a alguien que decir un secreto a un amigo era hacer con él un vínculo fraterno. Lo dijo en el contexto en el que él daba un taller literario, y continuó: “yo les voy a decir un secreto, como un pacto fraterno entre nosotros” y entonces yo les dije a mis alumnitos que les diría un secreto, y empecé: “Cuando yo tenía mas o menos su edad, estuve en el hospital. Mi papá, un día, llego con la historia que les voy a contar hoy, y me la leyó, para que me entretuviera en ese tiempo en el que estuve en cama. Hoy yo quiero compartirles lo que mi papá esa vez me leyó".
Me tocó un grupo muy lindo. Hay rostros que no voy a olvidar. Hay unas niñas bien barberas que nada más quieren dulces y hay niños bien hiperactivos. Hay dos chiquillos que son los que, creo, más leen. Les encanta participar y ponen mucha atención y siempre quieren responder todo. Un día, en el que hicimos una dinámica en la que me tenían que dibujar algo a lo que le tuvieran miedo y explicarme en tres líneas por qué… ellos dos dijeron “a la soledad” mientras los otros se peleaban entre fantasmas, vampiros, tarántulas y terroristas… Y yo pensé no vayan a estudiar letras.
Hay niñas muy tiernas que dicen que me quieren. Hay unos niños traviesos como el más, pero muy participativos con las historias. Hay quienes se quedan callados y cuando se le pregunta algo no saben ni el nombre del personaje. Hay uno más que mezcla la realidad con los cuentos… la maestra me dijo que era un niño “especial”, pero hasta la fecha no sé qué padecimiento tiene.
Hoy hubo una sesión con padres de familia. Leí un poco para que ellos se dieran cuenta de cómo llevamos la sesión de lectura. Luego hice una dinámica en la que le daba a cada niño un papelito con un nombre y una característica, y ellos tenían que encontrar a qué personaje o cuento que habíamos visto pertenecía y, luego, contárselo a sus papás. Todo salió muy bien, los comentarios de los padres de familia fueron favorecedores, una madre me dijo: “Mi niña no pudo venir, tiene varicela pero me encargó mucho que yo estuviera aquí, me dijo `tienes que conocer a mi lectora´ y pues le voy a llegar a contar lo que hicimos hoy con las lecturas”.
Otro padre de familia refirió que le gustaba mucho como hacía las voces de los personajes “haces que los niños se imaginen lo que les vas leyendo” y yo pensé: Si sí, de eso se trata.
Cuando estudié literatura no tenía bien definido lo que “quería hacer” con esta carrera. Mi madre todavía no se aprende bien a bien el nombre de “lo que estudié” y muchos de mis familiares saben que “leo” y “escribo” y suponen que “eso sirve en algún mundo paralelo de algo”.
Bueno, todavía no sé exactamente que “quiero” hacer de mi vida con las letras. Podría decir que investigación porque me gusta, y estaría bien. También que quiero ser escritora y lanzarme al viento y tener un manifiesto y acudir a talleres y publicar y etc. Sí, también podría. O ir a Marruecos y casarme para tener seis hijos y leerles en las noches el Corán (pero para eso tendría que aprender primero árabe). No sé. Lo que sé ahora es que me gustan las historias, que me gusta contar historias y me gusta contagiar de palabras a las personas. Y, sobre todo, me gusta ver que todavía se puede creer, hacer un pacto en el que digo a los niños que cierren los ojos, que oigan esta música que viene del desierto, que sientan el sol y la arena y que cuando los abran…estará bailando frente a ellos Scherezada, que les contará su historia…
Quiero que durante una sesión de cuarenta minutos ellos puedan transportarse, olvidar que allá afuera sus papás no les ponen atención o los sobre protegen, o que fallaron nuevamente en el examen de matemáticas, o que su abuela está enferma, o que su papá les pegó con el cinturón. Quiero que no se preocupen por ser los mejores o los peores, que no se preocupen en dar respuestas buenas o malas, que no importa si no se aprendieron el nombre del personaje un día porque estaban distraídos porque no son exámenes ni calificaciones. Quiero que me puedan decir que aprendieron la palabra ánfora y que se imaginaron a una chica con un cántaro en el que se movía el agua al ritmo de las caderas de esa mujer...
Quiero leerles fragmentos de Borges (porque lo hice) sin que ellos sepan quién es Borges. Y de autores nuevos brasileños, y de Wilde. Quiero que jueguen a los detectives cuando leíamos cuentos sobre asesinos y ladrones, quiero que ellos “hasta busquen en internet” algo porque les encantó.
Quizá esto no sea LO ÚNICO que quiero hacer con las letras, pero es algo que sí quiero hacer. En fin, tanto para decir que el próximo miércoles es mi última sesión, que los niños quieren ir al patio a jugar y que tengo que prepararles una buena despedida. Estaba pensando en cerrar con algo de poesía y música, pero aun lo voy a meditar…
Los niños son un gran público, pero también uno difícil. Si no están entretenidos, si no les llega la magia, no tienen mayor reparo en empezar el chiste, en salir al baño, en empezarse a mover en la silla y saltar de aquí para allá.
El primer día llegué –como sabemos- con el cabello alborotado y un libro editado por Vasconcelos. Sí, las Lecturas Clásicas para niños. Contra toda metodología, contra el “sentido común” que decía que Oscar Wilde era pesado para niños que están acostumbrados a los video juegos, a ver tanta violencia en los noticieros, al internet… contra todo pronóstico, quise leerles un cuento de Wilde y la elección fue "El príncipe feliz". Algo largo, la traducción de Vasconcelos bella pero un tanto pesada por el estilo. Pero aguantaron, y cuando hacía la voz de la golondrina, algunos niños empezaron a decir “aaah”.
Empecé a la lectura con la siguiente frase: “Alguna vez oí decir a alguien que decir un secreto a un amigo era hacer con él un vínculo fraterno. Lo dijo en el contexto en el que él daba un taller literario, y continuó: “yo les voy a decir un secreto, como un pacto fraterno entre nosotros” y entonces yo les dije a mis alumnitos que les diría un secreto, y empecé: “Cuando yo tenía mas o menos su edad, estuve en el hospital. Mi papá, un día, llego con la historia que les voy a contar hoy, y me la leyó, para que me entretuviera en ese tiempo en el que estuve en cama. Hoy yo quiero compartirles lo que mi papá esa vez me leyó".
Me tocó un grupo muy lindo. Hay rostros que no voy a olvidar. Hay unas niñas bien barberas que nada más quieren dulces y hay niños bien hiperactivos. Hay dos chiquillos que son los que, creo, más leen. Les encanta participar y ponen mucha atención y siempre quieren responder todo. Un día, en el que hicimos una dinámica en la que me tenían que dibujar algo a lo que le tuvieran miedo y explicarme en tres líneas por qué… ellos dos dijeron “a la soledad” mientras los otros se peleaban entre fantasmas, vampiros, tarántulas y terroristas… Y yo pensé no vayan a estudiar letras.
Hay niñas muy tiernas que dicen que me quieren. Hay unos niños traviesos como el más, pero muy participativos con las historias. Hay quienes se quedan callados y cuando se le pregunta algo no saben ni el nombre del personaje. Hay uno más que mezcla la realidad con los cuentos… la maestra me dijo que era un niño “especial”, pero hasta la fecha no sé qué padecimiento tiene.
Hoy hubo una sesión con padres de familia. Leí un poco para que ellos se dieran cuenta de cómo llevamos la sesión de lectura. Luego hice una dinámica en la que le daba a cada niño un papelito con un nombre y una característica, y ellos tenían que encontrar a qué personaje o cuento que habíamos visto pertenecía y, luego, contárselo a sus papás. Todo salió muy bien, los comentarios de los padres de familia fueron favorecedores, una madre me dijo: “Mi niña no pudo venir, tiene varicela pero me encargó mucho que yo estuviera aquí, me dijo `tienes que conocer a mi lectora´ y pues le voy a llegar a contar lo que hicimos hoy con las lecturas”.
Otro padre de familia refirió que le gustaba mucho como hacía las voces de los personajes “haces que los niños se imaginen lo que les vas leyendo” y yo pensé: Si sí, de eso se trata.
Cuando estudié literatura no tenía bien definido lo que “quería hacer” con esta carrera. Mi madre todavía no se aprende bien a bien el nombre de “lo que estudié” y muchos de mis familiares saben que “leo” y “escribo” y suponen que “eso sirve en algún mundo paralelo de algo”.
Bueno, todavía no sé exactamente que “quiero” hacer de mi vida con las letras. Podría decir que investigación porque me gusta, y estaría bien. También que quiero ser escritora y lanzarme al viento y tener un manifiesto y acudir a talleres y publicar y etc. Sí, también podría. O ir a Marruecos y casarme para tener seis hijos y leerles en las noches el Corán (pero para eso tendría que aprender primero árabe). No sé. Lo que sé ahora es que me gustan las historias, que me gusta contar historias y me gusta contagiar de palabras a las personas. Y, sobre todo, me gusta ver que todavía se puede creer, hacer un pacto en el que digo a los niños que cierren los ojos, que oigan esta música que viene del desierto, que sientan el sol y la arena y que cuando los abran…estará bailando frente a ellos Scherezada, que les contará su historia…
Quiero que durante una sesión de cuarenta minutos ellos puedan transportarse, olvidar que allá afuera sus papás no les ponen atención o los sobre protegen, o que fallaron nuevamente en el examen de matemáticas, o que su abuela está enferma, o que su papá les pegó con el cinturón. Quiero que no se preocupen por ser los mejores o los peores, que no se preocupen en dar respuestas buenas o malas, que no importa si no se aprendieron el nombre del personaje un día porque estaban distraídos porque no son exámenes ni calificaciones. Quiero que me puedan decir que aprendieron la palabra ánfora y que se imaginaron a una chica con un cántaro en el que se movía el agua al ritmo de las caderas de esa mujer...
Quiero leerles fragmentos de Borges (porque lo hice) sin que ellos sepan quién es Borges. Y de autores nuevos brasileños, y de Wilde. Quiero que jueguen a los detectives cuando leíamos cuentos sobre asesinos y ladrones, quiero que ellos “hasta busquen en internet” algo porque les encantó.
Quizá esto no sea LO ÚNICO que quiero hacer con las letras, pero es algo que sí quiero hacer. En fin, tanto para decir que el próximo miércoles es mi última sesión, que los niños quieren ir al patio a jugar y que tengo que prepararles una buena despedida. Estaba pensando en cerrar con algo de poesía y música, pero aun lo voy a meditar…
7 andantes dijeron:
No se lo que quiero, pero se lo que no quiero...... del buen Calamaro =D
pero vaya que sabes bien lo que le apasiona y que bello lo que haces, los últimos son tan difíciles porque dejan esa huella inmensa en la vida.
Un beso y mucho éxito
trabajar con niños es lo único que vale la pena. por otro lado el corán, después de la biblia, es el libro más imbécil que la humanidad haya parido jamás.
Super Cow: Hola°!!! que gusto que andes por acá. Sí...espero que a fuerza de ver los múltiples "no quiero" llegue a conocer lo que "sí quiero"
Te mando muchos besos también. =)
Anónimo: ¿Por qué el Corán después de la Biblia y no visceversa?
Saludos.
El corán admite el origen de sus delirios. Cada que el taimado mercader necesitaba justificar un atropello, el arcángel gabriel le aterrizaba encima y le hacía "revelaciones".
En cambio, la biblia es un compendio de infamias: libracos que se contradicen unos con otros en tiempos, lugares, personajes y circunstancias. Todas de origen desconocido. Ningún dios puede firmar un libro tan obtuso y cruel.
Anónimo: valoro su punto de vista. Acerca de si un dios podría firmar un libro tan obtuso y cruel... acuérdese que estamos hechos "a su imagen y semejanza".
Le vuelvo a mandar muchos saludos.
P.S. En un post posterior escribiré una cita sobre los dioses que me encontré en el comic de "From Hell" de Alan Moore. Podría interesarle.
Qué preciosa tu plantilla.
Sandra: muchas gracias. Y gracias por tu paso aquí!
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