
Cuando subí, el vagón del metro estaba casi vacío. No me fijé en que iba en la dirección contraria sino hasta dos estaciones después. En ese pequeño lapso pensé que el túnel de la ciencia era más interminable de ida (no sé, tal vez a la estación de autobuses del norte) que de regreso (tal vez hacia mi casa).
Me senté. Fijé la vista en un punto inmóvil y tomé un poco de agua. Después de varios movimientos del vagón observé a un hombre que llevaba una camiseta de futbol americano que decía Owens. Recordé una transcripción del trabajo en la que se hablaba de un jugador de Dallas y observé el cabello chino del hombre, amarrado.
Era muy robusto, por no decir un tanto obeso, con una espalda ancha. Vi que venía hablando con un tipo de unos cuarenta años, moreno, tal vez con una gorra. No se veían a los ojos. Lo observé en detalle. La camiseta era entre gris y verde, con letras blancas. El hombre en cuestión llevaba una arracada en la oreja izquierda.
Me senté. Fijé la vista en un punto inmóvil y tomé un poco de agua. Después de varios movimientos del vagón observé a un hombre que llevaba una camiseta de futbol americano que decía Owens. Recordé una transcripción del trabajo en la que se hablaba de un jugador de Dallas y observé el cabello chino del hombre, amarrado.
Era muy robusto, por no decir un tanto obeso, con una espalda ancha. Vi que venía hablando con un tipo de unos cuarenta años, moreno, tal vez con una gorra. No se veían a los ojos. Lo observé en detalle. La camiseta era entre gris y verde, con letras blancas. El hombre en cuestión llevaba una arracada en la oreja izquierda.
...But one man loved the pilgrim soul in you,
And loved the sorrows of your changing face...
And loved the sorrows of your changing face...
Me pregunté si era él. En realidad pensé que el día que lo encontrara sería más catastrófico. No sé, una conmoción muy fuerte, tal vez un sudor muy frío como aquel que sentí cuando volví a ver a... en fin, que se me iría, quizá, el habla.
El vagón siguió avanzando. El señor de gorra moreno le dijo algo, es muy probable que haya notado la mirada poco discreta que se dirigía a la nuca de su compañero. Éste empezó a voltear la cara, pero se quedó a medio camino y pude ver su perfil.
Pensé que era mucho más gordo de lo que yo recordaba. Pensé que quizá no era él. Me di cuenta, cuando los pasajeros se empezaron a parar, que yo no iba en la dirección correcta y tenía que bajar en la estación contigua. Se me ocurrió ir hacia la puerta en la que él estaba más cerca, verlo de frente, atosigarlo con palabras o quizá con gritos y o sentarme a pedir una explicación.
Más pasajeros empezaron a pararse. Y más que el ruido que hacían sus cuerpos al chocar o las puertas al abrirse, experimenté un gran silencio.
No habría palabras si todas se guardaron y se pudrieron en la garganta.
Yo también me paré. Agarré mi mochila, metí el agua y salí, decidida a cambiar de andén.
De todas formas, pensé, iba en dirección contraria.
3 andantes dijeron:
de todas formas, siempre vamos en dirección contraria...
besos sam
...
:(
en el metro, uno s puede encontrar de todo tipo de personalidades, y lo que encuentro más intrigante, es la eficacia de este servicio, medante el cuál uno se puede involucrar con la bandototota del distrito federal, así nadamás con subirse al metro, en mi punto partícular, dela terminal del norte, hacia el centyro...
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