La casa se transformó con los años. Lo único que quedaba de esa construcción antiquísima era la cocina azul y enorme con las vigas atravesadas. El filtro del agua que no se había cambiado. La puerta que daba a un jardín. Se murieron los perros, alguno se perdió pero no le dijeron a los niños. Se murieron algunas plantas, pero mientras pudo caminar las regó y les cantó con su voz de sonata. Se deshicieron las cortinas pero mientras ella estuvo compraron nuevas y las pusieron siempre almidonadas. Se murieron los muñecos de porcelana, pero en cada día de las madres había más.
***
¿Qué vamos a hacer con los centros de mesa? ¿con la alacena llena? ¿con las recetas en tu memoria dormida? ¿qué vamos a hacer sin el estertor de la máquina de oxígeno? ¿sin la cena a las nueve de la noche picando fruta, escondiendo el pan? ¿qué vamos a hacer sin el ruido de una tele que nadie ve? ¿sin las llamas del domingo en la noche? ¿sin la casa llena los fines de semana?
Yo no quiero que te vayas...
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Yo sé que es natural que todo cambie, que todo muera. Que la medicina ha sido por siglos el antídoto contra la vida misma, porque morir es el primer paso para que otra cosa, después, viva. Porque nadie es imprescindible para nadie. Porque todo ha seguido y seguirá. Pero joder, lo dijo mi madre: no estoy triste.
Me duele.
7 andantes dijeron:
:-( abrazo
Un abrazo, Sam.
Gracias por este canto a la melancolía, a la vida que nos resta día con día, a la presencia de aquello que es ausencia, silencio, memoria y sueño. Bella prosa.
saludos...
Te entiendo demasiado.
Deb: Gracias.
Jonás: [aquí va un silencio]
Ángel: Gracias Ángel, por tus palabras. Dolor y belleza...es extraño.
Anónimo: si de verdad me entiende, le mando, en esta tarde lluviosa, un abrazo.
Paso, Sybila, a agradecer tus huellas en mi espacio, ya tuyo.
Saludos...
Gracias, Ángel. Considérate en este espacio, también, como en casa.
Saludos
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