01 abril, 2010


¿Podemos entendernos o sólo adivinarnos?

Alguna vez leí, oí o alguien dijo - es terrible como se va la memoria si no anoto las experiencias en un papel, es terrible- que leer era un diálogo con otro, no importaba si ese otro había vivido hacía mil años o hace tres, o un siglo. Escribir era un ejercicio de intimidad -continuaba el ente, libro o voz- y el ejercicio, entonces, de leer y compartir, era un díalogo entre dos intimidades.

Me sorprendió mucho ese descubrimiento. Y sí. Lo es. Leer es un diálogo entre dos intimidades.
Pero acaso me ha pasado también que ese diálogo se logra en algún punto de la noche con un tinto y una plática prodigiosa. O con una tarde sentada junto a un piano viejo, oyendo llover, escuchando como un amigo toca el piano y yo canto y se nos va de poco el tiempo juntos. O a través de correspondencia electrónica hablando de construir castillos y trincheras, dejándonos conducir por el lenguaje. O a partir de aquel abrazo bajo las estrellas de Puebla junto a una casa todavía en construcción. O en las pláticas donde alguien me dice que la vida es hacer anécdota. O en las conversaciones en las escaleras a las dos de la mañana con tu amiga vecina. O cuando juntas decimos ¡Claro! -con acento norteño- después de leer un cuento de Cortázar. O cuando una morra dice: "siempre tendremos 16." O cuando alguien me llama por teléfono y me pregunta: ¿Qué estás leyendo? y yo le digo: "Cioran" y el me dice "¿Qué Ciorán? y yo le digo: "Sus cuadernos" y él me dice "Léeme algo" y yo le leo y al tiempo exlcama: "Estás en la página tal".

Sí, acaso hay esos momentos mágicos en donde llegamos a acercarnos y casi nos tocamos. Pero después, en la vida donde se tiene que sacar la basura y levantarse e ir a la escuela o el trabajo, o estar en casa sentado en una comida familiar escuchando porque has desperdiciado el tiempo de tu vida, desaparecen.

Cuando lanzo una palabra y quiero que llegue a tus oídos, se ha perdido en el trayecto parte del sentido. No, más bien, de mi sentido. Permanece la intención y hacia tí viaja, pero no puede evitar encontrarse con toda tu presencia: la de tus ideas, la de tus recuerdos, la de tu mundo interior que también quieres expresar y que está permeando mi palabra que no es virgen y que ya entiendes de manera distinta- Entonces la creas y asientes y la dejas entrar. Y luego esa palabra viaja a través de todo ese mundo y sale de tu boca y vuelve a entrar enl a mía. Y así nos creamos, uno en el otro y uno con otro.

Sí, hay esos momentos mágicos.

Pero hay otros que ni si quiera admiten la creación. Hay otros momentos, hay otros seres humanos que ni si quieran oyen la palabra. Ellos saben como han experimentado su vida, qué es lo correcto, lo bueno y lo malo. Ellos saben qué es mejor para tí. O a lo mejor no lo saben pero como son más grandes tienen autoridad para decirte.

Hay momentos en que tú les cuentas que tus maestros te han dicho que en composición estás excelente y ellos sólo dicen: "bueno, no morirás de hambre y retratarás bodas".

Hay momentos en los que quieres decirles que Fahrenheit cambió mucho de tu perspectiva y qué por eso regalas ese libro a las personas que te son especiales y ellos sólo dicen que no se acuerdan del nombre de tu carrera.

Hay momentos en que quisieras gritarles que no te entienden pero te frenas porque te preguntas si acaso tu has hecho ya un esfuerzo por entenderlos a ellos.

Hay momentos en los que escupes la palabra fría, asquerosa y débil, porque no puedes aceptar que la convivencia y el compartir cosas no sean ayuda suficiente para poder comunicar algo a las personas que quieres. Y que a veces entre más te acercas a ciertos mundos te alejas más de otros. Y te preguntas cómo hace el arte para hacerte sentir tan pleno en un minuto y tan vacío en dos.

Y entonces te da rabia poseer la palabra y que sea inútil. Inútil porque no está con ella la explosión de ese sentido. Inútil porque la gente que quieres no la oye. Y te sientes como en el mito de Babel, o como en un pentagrama vacío. Te sientes como un homínido al que no entienden sus captores. Y entonces quieres gritar.

A veces me entristece mucho que ese diálogo entre intimidades se de con personas muertas. Y que no pueda hacerme entender en una comida de lunes cualquiera, diciendo: aquí estoy.





7 andantes dijeron:

Livi Jazmín dijo...

Me encantó el nombre de tu blog. A mí las palabras que más me gustan, son las que me convierten en un puente, por ejemplo, cuando doy clase. Saludos.

Pesadilla dijo...

Y así es esta maldita vida cotidiana, sin momentos especiales, sin compartir intimidad, sin Fitzgerald y Pound cenando junto a la fogata de casa, sin Todorov sirviéndo un buen licor de papa, sin nadie que te prepare un jodido sandwich antes de salir a trabajar y qué hable contigo sobre qué le pareció el discurso de Montag con Beatley, que es el discurso perfecto para hablar sobre el placer de la lectura, que es comparable con 1984, que es... no, esa intimidad no existe casi nunca, parece que hay q elegir, o la vida cotidiana (esta puta costumbre de comer) o la intimidad de la conciencia.

Saludos, gracias por los comments, ya están respondidos todos.

Sybila dijo...

Trompetista: Hey, se le agradece muchísimo el paso por este su blog. Sí, el nombre me parece a mí también lindo, qué bueno que le guste. Esa palabra es bien bonita, cuando es una palabra-puente... concuerdo.

Un saludo!

Pesadilla: "Parece que hay que elegir la vida cotidiana o la intimidad de la conciencia." !Qué difícil! Digo, uno no puede andar por la vida de intenso siempre, pensando en las últimas consecuencias de las cosas... creo que hay momentos para todo y para todos. Peeeeeeeeeeeero... qué difícil es vivir sin esos momentos íntimos. Qué difícil. La vida cotidiana ofrece también momentos sencillos y frescos, en donde no tienes que sentarte a pensar mucho y donde la vida pasa ligera y dichos momentos también son disfrutables.

El gran problema es que uno no se conforma. Uno no se conforma y siempre tiene hambre de cosas...

Bueno, ya divagué. Ya revisé las respuestas, gracas! habrá un par de cosas que luego le comento.

Un abrazo!

Riley: Thanks for coming to this blog too. Well, I would like to say a couple of things, but maybe I´ll be writting an E-mail.

Thanks again and we see you soon.

Lienzo dijo...

El problema es este:

"Y entonces te da rabia poseer la palabra y que sea inútil. "

Es que, amiga, jamás la poseemos;

¿Puedes tu sostener una mariposa en vuelo sin trozarle las alas?

Lienzo dijo...

Y por cierto, ya sé que parece costumbre pero no es así buen amigo, no concuerdo con Pesadilla: creo que esa intimidad existe, que la intimidad de la conciencia y la intimidad cotidiana juntas existen, sólo hay que tener el valor de buscarlas, la suerte de encontrarlas, pero sobre todo el coraje de retener en las manos a alguien que abiertamente será un reto.

Lo perfecto destruye; como dios y su luz.

Débora Hadaza dijo...

"te preguntas cómo hace el arte para hacerte sentir tan pleno en un minuto y tan vacío en dos."

esa es la neta del planeta...

y si con esas rabietas que uno tiene entonces vuelves a sentirte adolescente.

te quiero

Sybila dijo...

Janik: en algún punto tienes razón: no podemos poseer la palabra, porque ella misma, ya, es ausencia.

Pero la incomunicación -sobre todo si es con alguien que quieres- es terrible.

Pero me hiciste pensar algo: que la intimidad de la conciencia y la vida cotidiana no están peleadas. Y entonces, tal vez, y sólo tal vez, logre esa intimidad con ellos, de otra forma. Sin tanta retórica entre el café y el pan con mantequilla.

Un abrazo

Deb: Ya sé Deb. Andaba de azotada .

Yo también te quiero. Pienso en pasta y salmón. Ya no debo de trabajar tan tarde, jo.

MUA!

De la tierra que vuelve

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