Llorar por algo bello, pensó, mientras se despedían en el andén del metro Viveros. Ella había confundido el nombre del nuevo primo varias veces. El cuñado se llamaba igual, así que no hubo sospecha alguna con el pasado y la complicidad entre las dos se fortaleció caminando entre las avenidas.
Uno no confía en su memoria a veces, se decía, pero cuando has compartido con alguien muchas cosas esos recuerdos se vuelven a fijar en una conversación cualquiera. Y ahora piensas la vivencia de ese momento de manera distinta. Y sonríes.
Meb volvía al D. F. Después de un año, por estas mismas fechas. En ese entonces le regalo a Ella una pulserita con un cocodrilo y Ella le puso el nombre de Gonzalo. Una noche cualquiera los acontecimientos tomaban un rumbo inucitado y de pronto Ella estaba allí, con los amigos del entonces novio de Meb, oyendo dos gardenias y observando una bandera de Cuba que cubría gran parte de la pared de un departamento.
Ella preguntó a los tórtolos dónde querían comer. Meb dijo que no importaba y el novio sugirió Coyoacán. Le dijeron a Ella que querían algo típico, entonces Ella los llevó al mercado. Después, les dijo, irémos al Jarocho y nos sentaremos en una banquita a ver la gente pasar. Los dos asintieron.
Meb venía contándole a su novio sobre lo increíblemente despistada que era Ella. Le contó cuando, una vez en Cholula, preguntó por un balneario -pues la casa de Meb quedaba muy cerca de allí- y cuando le dieron referencias Ella dijo: "usted no sabe nada" y se lanzó en dirección opuesta. El resultado fue una hora después perdida del otro lado de Cholula. O la vez que dijo: "Semáforo en verde" y se pasó la calle ante el asombro de todos. O cuando en el baby Shower de Briz se le ocurrió llevar de regalo chocolates.
Entonces Ella comenzó a contarle al individuo acerca de la infancia compartida. Dé como eran tantos primos y les gustaba dormirse en la bodega de una casa antiquísima, juntos, quitándose las cobijas y riéndose hasta las dos o tres de la mañana. También de que, en aquellos tiempos, la tía L. Hacía pan en horno de piedra y nunca podían comerlo caliente porque decían que les iba a dar chorrillo.
O de sus juegos en la resbaladilla de arena. Daf todavía tiene una cicatriz enorme en la quijada, porque se atoró en un árbol "resbalándose" de más. De que las niñas de la casa eran "princesitas" pero su abuelo las llevaba a montar a caballo. De cómo el Tío Tomás tenía una biblioteca enorme y como veía Ella, sentada en sus piernas, el ballet.
Entonces empezaron las risas y los "¿Te acuerdas como, en algún punto de la carretera hacia Pachuca saludábamos a la piedra y le decíamos: Hola piedra adiós piedra?" y reían. "¿Te acuerdas, Meb, que al final de Bambi tu preguntábas porqué Feline no tenía vestido de novia?" y reían.
Entonces empezaron también las anécdotas de los duraznos y los higos verdes. De la troje, de el caminito que les hacían en la mazorca para desgranarla. De la única hora de tele al día que los dejaban ver y de cómo querían ver los Simpson y la tía A. Le cambiaba al canal religioso. Y reían.
De cómo la tía C. Confeccionaba ropa para todos. De cómo espíaban a todos los tíos cuando envolvían los regalos de Navidad. De cómo los llevaban al potrero a echarle sal a las vacas.
Ella dijo que es increíblemente bello crecer rodeada de primos. El novio dijo que no entendía, que él más bien no tenía primos de la edad. Entonces ellas siguieron recordando, mientras sorbían un moka frío. Ella habló un poco sobre las dinámicas de interacción de los primos más chicos. Cómo era todo más virtual. Cómo no había raspones o golpes. Y regaños por los raspones y golpes. Y complicidad por los raspones y golpes. Entonces empezaron a contar cosas, como si fueran tres viejos. Es tan rápido como pasa todo ahora. Y se miraban.
En algún punto fueron al mercado de artesanías y, entre los collares y las bolsas, Meb vio dos aretes de cocodrilo. "¿Mira, combinan con Gonzalo, ¿no?" Ella se les quedó viendo y dijo "Sí."
Entonces Meb preguntó si Ella los quería: "No te dí nada de cumpleaños". Ella dijo que sí, pero que ahora éstos dos no tenían nombre. Meb dijo que lo tendrían: aun faltaban muchas historias.
Regresaron después de un tiempo con un saldo favorable. Le preguntaron a Ella si no quedaba lejos el metro y Ella, por supuesto, dijo que no. Ella muy segura tomó el rumbo para llegar a metro Coyoacán.
Después de unos treinta o cuarenta minutos, estaban rodeando los Viveros. El novio sacó el GPS y Ella, sonrojada, dijo: estas cosas pasan. Meb reía incansablemente.
Llegaron, por fin, al metro Viveros. Ellos iban a la Central del Norte y Ella de vuelta a su casa. Meb dijo que se iría a Vallarta el siete de junio y que, por el amor de dios, Ella la fuera a visitar. Ella sonrió y dijo que sí, que si había otras cosas, Ella la alcanzaría.
Hubo besos en la mejilla y otra vez Ella confundió el nombre del nuevo primo. Ya no pasaba nada. El primo nuevo sabía que Ella era una despistada, y más bien agradeció la caminata. Ellas se abrazaron y se dijeron vieja bruja y horrible.
Ella pensó que uno puede llorar por algo bello. Meb se iba de la mano de un nuevo nombre. Y era todo tan circular que daba un poco de entusiasmo y miedo. Cada una caminaba con un pedazo de la infancia de la otra...
Y con cocodrilos y nombres que sólo conocen Ellas.
Uno no confía en su memoria a veces, se decía, pero cuando has compartido con alguien muchas cosas esos recuerdos se vuelven a fijar en una conversación cualquiera. Y ahora piensas la vivencia de ese momento de manera distinta. Y sonríes.
Meb volvía al D. F. Después de un año, por estas mismas fechas. En ese entonces le regalo a Ella una pulserita con un cocodrilo y Ella le puso el nombre de Gonzalo. Una noche cualquiera los acontecimientos tomaban un rumbo inucitado y de pronto Ella estaba allí, con los amigos del entonces novio de Meb, oyendo dos gardenias y observando una bandera de Cuba que cubría gran parte de la pared de un departamento.
Ella preguntó a los tórtolos dónde querían comer. Meb dijo que no importaba y el novio sugirió Coyoacán. Le dijeron a Ella que querían algo típico, entonces Ella los llevó al mercado. Después, les dijo, irémos al Jarocho y nos sentaremos en una banquita a ver la gente pasar. Los dos asintieron.
Meb venía contándole a su novio sobre lo increíblemente despistada que era Ella. Le contó cuando, una vez en Cholula, preguntó por un balneario -pues la casa de Meb quedaba muy cerca de allí- y cuando le dieron referencias Ella dijo: "usted no sabe nada" y se lanzó en dirección opuesta. El resultado fue una hora después perdida del otro lado de Cholula. O la vez que dijo: "Semáforo en verde" y se pasó la calle ante el asombro de todos. O cuando en el baby Shower de Briz se le ocurrió llevar de regalo chocolates.
Entonces Ella comenzó a contarle al individuo acerca de la infancia compartida. Dé como eran tantos primos y les gustaba dormirse en la bodega de una casa antiquísima, juntos, quitándose las cobijas y riéndose hasta las dos o tres de la mañana. También de que, en aquellos tiempos, la tía L. Hacía pan en horno de piedra y nunca podían comerlo caliente porque decían que les iba a dar chorrillo.
O de sus juegos en la resbaladilla de arena. Daf todavía tiene una cicatriz enorme en la quijada, porque se atoró en un árbol "resbalándose" de más. De que las niñas de la casa eran "princesitas" pero su abuelo las llevaba a montar a caballo. De cómo el Tío Tomás tenía una biblioteca enorme y como veía Ella, sentada en sus piernas, el ballet.
Entonces empezaron las risas y los "¿Te acuerdas como, en algún punto de la carretera hacia Pachuca saludábamos a la piedra y le decíamos: Hola piedra adiós piedra?" y reían. "¿Te acuerdas, Meb, que al final de Bambi tu preguntábas porqué Feline no tenía vestido de novia?" y reían.
Entonces empezaron también las anécdotas de los duraznos y los higos verdes. De la troje, de el caminito que les hacían en la mazorca para desgranarla. De la única hora de tele al día que los dejaban ver y de cómo querían ver los Simpson y la tía A. Le cambiaba al canal religioso. Y reían.
De cómo la tía C. Confeccionaba ropa para todos. De cómo espíaban a todos los tíos cuando envolvían los regalos de Navidad. De cómo los llevaban al potrero a echarle sal a las vacas.
Ella dijo que es increíblemente bello crecer rodeada de primos. El novio dijo que no entendía, que él más bien no tenía primos de la edad. Entonces ellas siguieron recordando, mientras sorbían un moka frío. Ella habló un poco sobre las dinámicas de interacción de los primos más chicos. Cómo era todo más virtual. Cómo no había raspones o golpes. Y regaños por los raspones y golpes. Y complicidad por los raspones y golpes. Entonces empezaron a contar cosas, como si fueran tres viejos. Es tan rápido como pasa todo ahora. Y se miraban.
En algún punto fueron al mercado de artesanías y, entre los collares y las bolsas, Meb vio dos aretes de cocodrilo. "¿Mira, combinan con Gonzalo, ¿no?" Ella se les quedó viendo y dijo "Sí."
Entonces Meb preguntó si Ella los quería: "No te dí nada de cumpleaños". Ella dijo que sí, pero que ahora éstos dos no tenían nombre. Meb dijo que lo tendrían: aun faltaban muchas historias.
Regresaron después de un tiempo con un saldo favorable. Le preguntaron a Ella si no quedaba lejos el metro y Ella, por supuesto, dijo que no. Ella muy segura tomó el rumbo para llegar a metro Coyoacán.
Después de unos treinta o cuarenta minutos, estaban rodeando los Viveros. El novio sacó el GPS y Ella, sonrojada, dijo: estas cosas pasan. Meb reía incansablemente.
Llegaron, por fin, al metro Viveros. Ellos iban a la Central del Norte y Ella de vuelta a su casa. Meb dijo que se iría a Vallarta el siete de junio y que, por el amor de dios, Ella la fuera a visitar. Ella sonrió y dijo que sí, que si había otras cosas, Ella la alcanzaría.
Hubo besos en la mejilla y otra vez Ella confundió el nombre del nuevo primo. Ya no pasaba nada. El primo nuevo sabía que Ella era una despistada, y más bien agradeció la caminata. Ellas se abrazaron y se dijeron vieja bruja y horrible.
Ella pensó que uno puede llorar por algo bello. Meb se iba de la mano de un nuevo nombre. Y era todo tan circular que daba un poco de entusiasmo y miedo. Cada una caminaba con un pedazo de la infancia de la otra...
Y con cocodrilos y nombres que sólo conocen Ellas.
3 andantes dijeron:
Y pensar que los mentirosos dicen que los cocodrilos y las brujas mueden
Ay qué barbaridad y yo que de por sí estoy nostálgica hoy... yo sería la amiga despistada
Pesadilla: Sí, son unos mentirosos...
Pequeña Capitalista: Jejeje, yo también sería la chica despistada, eso que ni qué.
Saludos a los dos y gracias por su visita!!!!
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