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Sí, lo sé, hay demasiada información. En la mayoría de los casos no puede ser procesada y sólo se almacena en –no sé – algún tipo de limbo en el cerebro. Y entonces uno comienza a “saber” de muchas cosas y no sabe en realidad de nada. Es como si uno no masticara la comida y se la sambutiera de un bocado y así terminara esa carne o esa sopa el recorrido por el cuerpo. Consecuencias funestas llegan con ese proceso, en el que las vitaminas y los minerales y todo eso que algún día nos dijo el doctor que era bueno para la salud no se asimilan en el cuerpo.
Metáforas fisiológicas para seguir rodeando el tema.
[Aplausos]
***
Alguien me dio una llave. Es difícil discernir lo que a uno le satisface entre tantos gustos impuestos –si sí, no nos separamos nunca de nuestra cultura y sus valores y el lenguaje y nuestra ventana con la que vemos el mundo y nuestros límites y en fin- pero muchas veces la experimentación es la manera en la que aprendemos qué nos gusta o qué no. Y cuando ya encontramos algo, pues seguimos en ello, hasta que tocamos más puertas y hallamos ante nosotros más opciones que nos estimulan. ¿A qué? Pues… hay de todo y para todos en la viña del señor.
Hace algunos días con esa llave me di a la tarea de buscar información en internet… y sopas, que me encuentro con páginas y páginas. Mi espíritu de acumuladora oficial de chunches sin sentido –llamémosle algunas de estas chunches virtuales- se vio tentado a guardar todos los links. “Uno nunca sabe, uno nunca sabe” se decía. Pero al final sólo conservé uno: allí está, por ahora, lo que necesito para adentrarme en las artes oscuras que me aquejan.
Aprender a usar herramientas te da cierto poder. Esa es una sensación muy satisfactoria. Pero no es sólo saber usarlas. Es pensar para qué las quiero. De qué me van a servir. Qué fin persigo. Es no perderse en el infinito de las posibilidades. Es, como dice mi prima, no clavarse en la textura. Ir al fondo. En fin. Ya entienden.
Me entusiasma tener llaves porque así puedo probar y probar puertas. Poco a poco, digo, Roma no se hizo en un día. Dicen. Y yo les creo.
Y entonces, paso a paso, uno puede disfrutar de ciertas obras, explorarlas, conocerlas. Tener un encuentro con ellas en diferentes circunstancias –del ambiente, de la vida – y así ir teniendo experiencias.
Alguna vez le dije a alguien que leer era una experiencia, de magnitudes distintas, como todas las experiencias de la vida. (Enamorarse, ver por primera vez el fuego –¿No Deb?- tener Amigos –con mayúscula- padecer una traición, sentir la muerte de alguien, tener un accidente, nadar, probar el chocolate, mojarse en un charco de la calle, ir a un concierto de Depeche, jugar football -y meter el último penal-, subir una montaña).
Creo que la experiencia –con los objetos, con las obras, con las personas incluso- se va acrecentando conforme uno se acerca más y conforme va pasando el tiempo y uno hace una especie de trabajo –afectivo, intelectual- en uno mismo, con los objetos, y con las otras personas que va enriqueciendo ese contacto.
En fin, no vengo a descubrir el agua tibia. Sólo me gustaría apuntar que para obtener ciertas satisfacciones hace falta trabajar afectiva e intelectualmente. Cincelar.
Es una tarea dura para quien está acostumbrado a los placeres inmediatos, a los estímulos del instante…
Bueno, ahora tengo una llave. Y necesito paciencia y dedicación para entrar en el mundo -o los mundos- que habitan del otro lado de la puerta...
Metáforas fisiológicas para seguir rodeando el tema.
[Aplausos]
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Alguien me dio una llave. Es difícil discernir lo que a uno le satisface entre tantos gustos impuestos –si sí, no nos separamos nunca de nuestra cultura y sus valores y el lenguaje y nuestra ventana con la que vemos el mundo y nuestros límites y en fin- pero muchas veces la experimentación es la manera en la que aprendemos qué nos gusta o qué no. Y cuando ya encontramos algo, pues seguimos en ello, hasta que tocamos más puertas y hallamos ante nosotros más opciones que nos estimulan. ¿A qué? Pues… hay de todo y para todos en la viña del señor.
Hace algunos días con esa llave me di a la tarea de buscar información en internet… y sopas, que me encuentro con páginas y páginas. Mi espíritu de acumuladora oficial de chunches sin sentido –llamémosle algunas de estas chunches virtuales- se vio tentado a guardar todos los links. “Uno nunca sabe, uno nunca sabe” se decía. Pero al final sólo conservé uno: allí está, por ahora, lo que necesito para adentrarme en las artes oscuras que me aquejan.
Aprender a usar herramientas te da cierto poder. Esa es una sensación muy satisfactoria. Pero no es sólo saber usarlas. Es pensar para qué las quiero. De qué me van a servir. Qué fin persigo. Es no perderse en el infinito de las posibilidades. Es, como dice mi prima, no clavarse en la textura. Ir al fondo. En fin. Ya entienden.
Me entusiasma tener llaves porque así puedo probar y probar puertas. Poco a poco, digo, Roma no se hizo en un día. Dicen. Y yo les creo.
Y entonces, paso a paso, uno puede disfrutar de ciertas obras, explorarlas, conocerlas. Tener un encuentro con ellas en diferentes circunstancias –del ambiente, de la vida – y así ir teniendo experiencias.
Alguna vez le dije a alguien que leer era una experiencia, de magnitudes distintas, como todas las experiencias de la vida. (Enamorarse, ver por primera vez el fuego –¿No Deb?- tener Amigos –con mayúscula- padecer una traición, sentir la muerte de alguien, tener un accidente, nadar, probar el chocolate, mojarse en un charco de la calle, ir a un concierto de Depeche, jugar football -y meter el último penal-, subir una montaña).
Creo que la experiencia –con los objetos, con las obras, con las personas incluso- se va acrecentando conforme uno se acerca más y conforme va pasando el tiempo y uno hace una especie de trabajo –afectivo, intelectual- en uno mismo, con los objetos, y con las otras personas que va enriqueciendo ese contacto.
En fin, no vengo a descubrir el agua tibia. Sólo me gustaría apuntar que para obtener ciertas satisfacciones hace falta trabajar afectiva e intelectualmente. Cincelar.
Es una tarea dura para quien está acostumbrado a los placeres inmediatos, a los estímulos del instante…
Bueno, ahora tengo una llave. Y necesito paciencia y dedicación para entrar en el mundo -o los mundos- que habitan del otro lado de la puerta...
4 andantes dijeron:
El riesgo es coleccionar llaves...
pero bueno es mejor tener muchas llaves a ninguna, total de decidiras por una y si no te gusta cierras la puerta y abres otra...
total, ya de seguro abriste muchas nomás por ver que pasaba y las cerraste de inmediato y si no lo has hecho ya es hora...
claro que lo has hecho... un abrazo.
bye
Cada llave es una nueva experiencia por descubrir...
y por algo se dice que las cosas siempre a su tiempo... poco a poco...
disfruta las experiencias!!
que de las experiencias se aprende y se crece!...
Creo que una de las mejores experiencias... podria ser DEPECHE MODE!! wuuuuu!! (:
un saludo!
Deb: jejejejeje pero el chiste no es coleccionar llaves!!!! es hacer uso de ellas!!!!
Si, he abierto y cerrado puertas y hasta golpeado un poco alguna que no se dejaba, jejeje.
Un abrazote, Deb.
Apple: A disfrutar experiencias, pues.
Y sí, una GRAAAAAAAAAN experiencia, fue Depeche.
Besitos a ambas.
Mi Sam: Hay llaves y hay ventanas... El budismo habla justo de ese partir de adentro de uno hacia los otros. Empezar por uno el cincelado, para luego cincelar afuera. He estado buscando página de internet para mis alumnitos y antes de cerrar la noche (Con alguna llave también, supongo) paso por aquí, para llevarme esa respiración del herrero, que cincela llaves en su adentro.
Beso
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