26 julio, 2009



Cuando era chica, no sé, de unos diez u once años, jugaba con mi hermano futbol. No era precisamente que a mi me encantara, pero los amigos de mi hermano y yo hicimos buenas migas y llegamos al común acuerdo de que en lugar de basketball jugaríamos en la privada contigua a la farmacia de mi tía con el balón de soccer del entonces bien renombrado "Nenuco".

Yo era portera. Según mi hermano era buena y cuando me tocaba ser delantera tiraba lo que ellos denominaban "cañonazos". La verdad eran casi siempre sin dirección alguna, pero espantaban mucho al hermano del "Nenuco" y sí, llegamos a ganar uno que otro partido por golpes de suerte de mi pie que tiraba sin ton ni son...pero bien duro.

En la prepa fui defensa de un equipo de futbol rápido. Nuestros compañeros se quedaban después de la hora de salida y nos daban tips. La portera era "La Goyis" y siempre me decía "No Sam, no me dejes sola". Nos fue bastante bien, y tenemos buenos recuerdos de ese grupo.

En la uni jugué un par de veces, no recuerdo de qué. Dejé por la paz el futbol y me dediqué a cosas "más serias". Creo que lo fui olvidando hasta que llegué a pensar que era ridículo que doce hombres (o mujeres) persiguieran un balón para tratar de meterlo en la red del equipo contrario.


...pero el punto crucial en esta historia es que, un día, ciertas personas me enseñaron que, apesar de todo, seguimos jugando futbol. Siempre, en otras canchas, pero seguimos jugando. Y que en este juego uno debe tirar a gol. Y que en este juego es muy probable que se falle la mayor parte de las veces, y que en este juego habrá autogoles y tal vez se perderán compañeros y cambiaremos de equipos y no volveremos a hablarnos o tal vez sí.

Pero en este juego
debería darse todo.

O, al menos, uno debe tirar a gol.

***

Hay algunos momentos en los que me siento como la niña de diez años que daba cañonazos sin ton ni son, pero que no tenía miedo de tirar. Que tiraba con toda determinación y que a veces le daba al vidrio del juzgado, la bugambilia de la vecina o la cortina de la farmacia. Pero que muchas veces también le dio a la portería. Y ganó.

Hay otras veces en las que no sé en que cancha estoy jugando. No sé de qué color traigo el uniforme, no sé si soy defensa o delantero, no alcanzo a ver la portería.

Y las hay también- como hoy, como ahora- en donde tengo el balón. Donde siento todavía que estoy lejos pero también que estoy avanzando cada vez más y va a llegar un punto en el que tengo que tirar o me la quitan.

He estado jugando con la pelota como si fuera una bola de estambre, por aquí y por allá. He visto que mis compañeros gritan y quiero pasar el balón para no llevar la responsabilidad de mi propio tiro.



Y me cubro pensando en "cosas más serias".

y rehuyo otra vez a crear vínculos.

y entonces todo pasará en algún segundo
sin que nada realmente para mí, pase.


Y entonces veré como se apagarán las luces del estadio.



Y estaré de rodillas al final,

como si los hilos se deshicieran antes de tocar portería...


5 andantes dijeron:

Débora Hadaza dijo...

como si los hilos se deshicieran antes de tocar la portería



un abrazo grande a la goleadora

Lirva dijo...

Y la multitud grita y babea!!!!!!!!


Un gran abrazo, Sam***

Gastón dijo...

la onda es solamente meter gol, si se logra meter gol con la cabeza, es de la mejor satisfacción que se pued sentir, ese gozo que solamente una hinchada puede otorgar... vaya, en sentido figurado, o por la mera acción del cabezaso, es la neta

Sybila dijo...

Deb: je, gracias por los ánimos...besos

Lirva: babea?

Gastón: es lindo meter goles, lindo de verdad.


Mmmm, pero creo que terminé no metiendo gol... oh, bueno, esto no termina hasta que termina.

Abrazos a todos!

Diana dijo...

en ese caso debe ser uno olímpico!

De la tierra que vuelve

De la tierra que vuelve
Cedros de Líbano
 

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