III
Un jardín muy grande. Dentro, una carpa y mesas adornadas de manera pomposa. Loza blanca, manteles...los manteles no tenían olor. Los meseros quitando charolas, pasando cubiertos. Todo permanecía quieto, como si esperaran la entrada, de repente, de una fiesta. Muy cerca de ellos -el narrador en este momento descubre que, a parte de èl, había dos personas más, un hombre y una mujer- muy cerca de ellos había una especie de planta. Cuando la vio no pudo evitar pensar en una gigantezca mantis religiosa. Pero esta planta era toda de color café, y al finalizar tenía una serie de hojas que se juntaban como una vaina abultada de chícharos.
Esta última parte de la planta tenía una abertura muy pequeña que daba hacia una especie de caldero. Dentro de esa vaina había agua y sangre. La sangre no era de color rojo, más bien era cafè, como si llevara mucho tiempo dentro, como si la planta salivara y eso oxidara el líquido ahora ocre. Dentro de la vaina había un cadaver.
El caldero era de cobre, brillante. Dentro hervía más agua; la ausencia de olores persistía.
El narrador se quedo viendo al hombre que lo acompañaba, interrogándolo.
-¿Ese es...?
-Sí, mi hijo.
Un jardín muy grande. Dentro, una carpa y mesas adornadas de manera pomposa. Loza blanca, manteles...los manteles no tenían olor. Los meseros quitando charolas, pasando cubiertos. Todo permanecía quieto, como si esperaran la entrada, de repente, de una fiesta. Muy cerca de ellos -el narrador en este momento descubre que, a parte de èl, había dos personas más, un hombre y una mujer- muy cerca de ellos había una especie de planta. Cuando la vio no pudo evitar pensar en una gigantezca mantis religiosa. Pero esta planta era toda de color café, y al finalizar tenía una serie de hojas que se juntaban como una vaina abultada de chícharos.
Esta última parte de la planta tenía una abertura muy pequeña que daba hacia una especie de caldero. Dentro de esa vaina había agua y sangre. La sangre no era de color rojo, más bien era cafè, como si llevara mucho tiempo dentro, como si la planta salivara y eso oxidara el líquido ahora ocre. Dentro de la vaina había un cadaver.
El caldero era de cobre, brillante. Dentro hervía más agua; la ausencia de olores persistía.
El narrador se quedo viendo al hombre que lo acompañaba, interrogándolo.
-¿Ese es...?
-Sí, mi hijo.
6 andantes dijeron:
perturbador y encantador, me atrevo a pedir permiso para ilustrar el relato, que dice?
mmmm...
buen viaje
Lía: ¡Qué bueno tenerte de vuelta por estos rumbos! Bienvenida
Pero claro que requete contra porsupuesto que sí!
Je, como veras mis dotes manuales (dibujo) son como de pre-kinder garden, jajaja, entonces, como anillo al dedo, dirían por ahí.
Gracias! y ¿cómo nos ponemos de acuerdo?
Un abrazo!
Deb:
Seeeeeeeeeeeee pero nada le gana a cuando soñé que me perseguía una oruga empanizada... (rima involuntaria)
awww ke meyoo T_T
y wuakala, nunca me han gustado las vaginas en sus días sangrones xD
ahora pasas de tu lado XIX oscuro .. huhuhuh.
ayyy naniita la raaniiiitaaaaa ""
xD
te kierop
<3
y sigo encontrando mas formas de concepcion, todo es muy representativo, la sangre, la madre, el padre y el mistisismo de no encontrar olores para despues, asi uno despierto poder encontrar su origen
pues por acá, no?
:D
mira, yo hago algunos garabatos y te paso avisar, entonces me das tu correo y luego yo te los envio, vale?
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